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AMOR DIABLO
Quedaron a las 12 en el andén.
— ¿A qué viene este encuentro tan urgente? ¿Y esa maleta? —Inquirió ella.
— He venido a despedirme. Ya no nos veremos más.
— ¿Cómo?
— He decidido poner punto final a esto. Sabes que lo que siento por ti nunca será correspondido. Siempre será una bola en el pecho que me impide pasar página. Me voy de viaje, no te puedo decir cuándo volveré ni a dónde, pues a la vuelta me mudaré.
Ella le miró, encontrando la verdad en sus ojos.
— Pero somos amigos, ¿me vas a dejar así?
— Somos amigos, pero si sigo aquí, jamás seré feliz.
— Piensa en mi, te voy a echar de menos.
— Ese es el problema, que pensar demasiado en ti me está matando. He de extirparlo de raíz. La decisión está tomada.
Con los ojos llenándose, él se puso en pie y la dio la mano. Ella le miró sin comprender unos segundos y le dio la mano también. El tren entró en la estación. Soltaron sus manos y él caminó hacia las puertas, que se abrían en aquel momento.
— ¡Espera!
Él se paró en seco y se giró.
— Ahora es cuando me giro y me besas. Pero los dos sabemos que eso no va a pasar.
Ella no supo qué responder. Volvió a girarse y montó en el vagón.
— Adiós... — Murmuró ella.
...
Sentado en su toalla, apoyado en las rodillas, contemplaba el oleaje en solitario. Suspiró, todavía inseguro de si lo que había hecho era lo correcto. Entonces lo notó. Percibió su mirada en la nuca. Se giró y allí estaba ella. No sabía cómo le había encontrado. Volvió a mirar hacia el mar. Ella se detuvo a unos metros tras él.
— ¿Tampoco te vas a girar ahora? — Le habló.
Él tomó aire y se puso en pie. Se giró y vio cómo el viento mecía su pelo y su vestido. Ella se acercó más.
— Sin ti yo tampoco podré ser feliz.
Ella le acarició la cara dulcemente y le regaló un dulce beso en los labios. Cuando se separaron le habló.
— Volvamos.
Él asintió.
— Ahora te alcanzo.
Cuando ella se alejó lo suficiente, él volvió a mirar hacia el mar. Delante de él, apareció una humareda negra que giraba en frenesí. Cuando ésta se disipó, surgió ante él el hombre de los cuernos y el tridente.
— Lo has conseguido...
— ¿Acaso dudabas de mi poder?
— ¿Pero cómo...?
El Diablo sonrió, regodeándose.
— Una pizca de tu amor fue suficiente para encender su corazón...
Él parpadeó, asombrado.
— Pero tu deseo, tiene un precio.
Él asintió.
— ¿De veras crees que podrás corresponder su amor o incluso llegar a amarla después de pagarme?
Volvió a asentir.
— ¿Pero por qué motivo deseas mi corazón?
— El amor es la magia más poderosa que hay, y tu corazón está repleto de él. Podré hacer grandes cosas con él.
Antes de que pudiera reaccionar, el Diablo le metió la mano en el pecho con fuerza. Él sintió un desgarro y vio cómo con su mano mugrienta sacaba una bola roja brillante. A partir de ese momento, se sintió vacío, sin alma. Ya no sentía nada por ella. Mas estaba convencido de que volvería a amar junto a ella. El Diablo le dirigió una sonrisa de despedida y se desapareció.
Él volvió junto a ella, que llevaba un rato esperándole. Se dieron la mano y juntos se alejaron caminando en busca de su destino. Ella, plena. Él, ausente.