Ha habido presiones desde el Vaticano para que esta información no salga a la luz. Advertimos que el siguiente contenido puede herir sensibilidades. Tómate un valium, no te levantes del asiento ni saques los brazos por la ventanilla. Disfruta de la atracción.
CAPÍTULO 7
Jesús se encontraba comiendo con su
madre María del Monte en medio del pesebre.
―Hijo, cómete las lentejas… Comida
de viejas, si quieres las comes, y si no… Te jodes.
―Pero madre, esto no son lentejas…
¡Es pienso de burro!
―¿Y te parece mal? Cómo se nota que
tú no has pasado una guerra… ¡Ay si Franco levantara la cabeza! ―Se lamentó
María del Monte ― ¡No me hagas llamar al de Hermano
Mayor!
―¿A quién?
―¿Eh?
―¿Eh de qué?
―¿Qué de eh de qué?
―¿Quién de qué de eh de qué?
―¿Qué dices?
―¡Ave María, cuándo serás mía, si
tú me quisieras, todo te daríaaaaa! ―Cantó Jesús.
―¡A callar, hostia, que en la mesa
no se canta! ―Bramó, soltándole una colleja.
―¡Me cago en Dios, no me pegues!
―Gruñó Jesús.
―No te cagues en tu padre… ―Le
advirtió, metiéndole una barra pegamento imedio por la boca.
―Me voy. Ya veré si vuelvo algún
día. ―Sentenció Jesús.
―Ni se te ocurra coger la bici… ―Le
amenazó María del Monte― La bici no…
―La bici sí… ―Dijo Jesús,
sentándose con cara de goloso.
―¡Bájate de la bici ahora mismo!
―¡Pero madre, me gusta ir en esta
bici!
―Maldigo el momento en el que le
quitamos el sillín… ¡Ahora no hay quien le baje!