Ha habido presiones desde el Vaticano para que esta información no salga a la luz. Advertimos que el siguiente contenido puede herir sensibilidades. Tómate un valium, no te levantes del asiento ni saques los brazos por la ventanilla. Disfruta de la atracción.
CAPÍTULO 6
Jesús se encontraba en su pesebre
orinando, cuando comenzó a vestirse elegantemente para ir al cine con María Magdalena
Dulcesol. Esta era su noche definitiva. Se lanzaría a su cuello y le comería
todo. Salió del pesebre y se montó en el troncomóvil que le había prestado su
vecino Pedro Picapiedra. Se preguntó qué sentido tenía cargar con un coche que
él mismo tenía que mover con los pies. «Para eso voy corriendo» pensó.
Al llegar a la entrada del cine,
ella ya le estaba esperando. Se había echado su agradable perfume de sobaco de
cerdo, un olor que Jesús adoraba.
―¿Qué película vamos a ver?
―Inquirió Jesús.
―Pues yo había pensado… Crepúsculo.
―Respondió Magdalena Dulcesol.
―¿Qué me estás contando? Me niego a
ver una película satánica. Yo venía con ganas de ver la decimoctava de
Doraemon… ―Lloró Jesús.
Después de dejar plantada a
Magdalena Dulcesol, Jesús se fue a un Starbucks.
―¿En serio seis pavos por este vaso
de agua con algo de café?
Después de quemar el Starbucks,
Jesús fue a su habitual trabajo en el chiringuito de videncia.
―¡Siguiente!
―Buenas noches, señor… ―Entró un
mujer joven y exuberante― Llevo años luchando por los derechos de la mujer.
Basta ya de que no podamos votar. Basta ya de que tengamos que parir a vuestros
hijos. Basta ya de que no podamos orinar de pie. Pero lo que realmente no
soporto, es que su Santidad el Papa no pueda ser una mujer.
―Pues porque entonces sería su
Santidad la mama. Bueno, pensándolo mejor…