Ha habido presiones desde el Vaticano para que esta información no salga a la luz. Advertimos que el siguiente contenido puede herir sensibilidades. Tómate un valium, no te levantes del asiento ni saques los brazos por la ventanilla. Disfruta de la atracción.
CAPÍTULO 3
Jesús se levantó una mañana. Se
puso su túnica blanca de profeta que compró en el Alcampo, se acercó a la
ventana de sus aposentos, la abrió de par en par, y gritó:
―¡Soy belieber! ¡Biba Justin!
―Gritó con faltas de ortografía.
―Tú lo que eres es un gilipollas
―Le respondió su madre María del Monte, que acababa de entrar a su habitación―
Anda, recoge tu habitación, que está hecha una leonera.
―¡Pero mamá…!
―Ni peros, ni peras… ¡Y ni si te
ocurra ahora ponerte a multiplicar peras para hacer la gracia, que luego el
abuelo se rompe los dientes que le quedan intentando comérselas! ―Le advirtió.
―Lo siento mucho, madre…
Jesús llegó a clase, donde se puso
a pasearse por todos lados con su carpeta con la foto de Justin Bieber. Cuando
le vio Judas Iscariostia, le metió una hostia, que le dejó comulgado para toda
la vida. Después se encontró con Magdalena.
―¡Jesusín! ¿Qué haces con una foto
de Justin? No sabía que fueras satánico… ―Le dijo.
―¿Satánico? ¿Es que no sabes qué es
lo que está de moda ahora? Mira qué guapo y qué goloso es… ―Contestó
relamiéndose.
―¡Pero qué dices! ¡Por Alá! Si quien
está de moda ahora en Juan Direcsion… ―Le enseñó una foto― Esto sí que mola, y
no el mostaza ese…
Jesús se fue a llorar
desconsoladamente a un rincón. El sacerdote Sendín que pasaba por ahí se acercó
a él.
―Hijo mío… Veo que te gusta Justin…
No te preocupes, yo te entiendo… ―Le dijo, acercándose demasiado.
―Muchas gracias, Monseñor…
―No me llames Monseñor, si te gusta
Justin como a mí, puedes llamarme Montse.