Ha habido presiones desde el Vaticano para que esta información no salga a la luz. Advertimos que el siguiente contenido puede herir sensibilidades. Tómate un valium, no te levantes del asiento ni saques los brazos por la ventanilla. Disfruta de la atracción.
CAPÍTULO 2
Jesús vivía enamorado
platónicamente de su compañera de clase Magdalena Dulcesol, aunque ésta sólo
tenía ojos para otro, Judas Iscariostia (No confundir con Judas Tadeo Jones).
Judas Iscariostia era el malo de la clase, que le quitaba el almuerzo a los
demás niños. Así estaba de gordo, que era descomunal. Que dejó de participar en
las cuadrigas porque ni veinte caballos podían mover ese cuerpo. Que se compra
los cinturones de tres en tres y luego los ensambla. Que no se lava los
dientes, que se traga el Colgate. Que no se ve la chorra desde que Moisés
separó las aguas.
―Vamos a fumarnos unos petas…
―Decía San Juan a Jesús en el recreo.
―Oye, una pregunta… ―Inquirió Jesús
mirando a una esquina del patio― ¿Desde cuándo está aquí el planeta Saturno?
―¿Saturno? ¡Ah! ¡Es Judas jugando
con un aro al hula hoop! ―Contestó San Juan.
―Maldito Judas… Al final le tiro el
cáliz éste…
―Anda, no seas tonto y bébete el
zumito que te ha preparado tu madre, que se le van las vitaminas.
Por las tardes, después de clase,
Jesús no se perdía nunca sus dibujos animados preferidos: Padre de Familia.
―Hijo, ya estás viendo otra vez
estos dibujos violentos… ―Se acercó su madre María del Monte― ¡Corre, cambia de
canal, que vienen los del Opus!
Jesús pegó un brinco y puso
corriendo la 2 para ver la misa.
―JAJAJAJA… Siempre picas…