CAPITULO 23
Nuestros
tres protagonistas, Leia Granger, Mario Bolsón y Aldo Totter, se encontraban
junto al Inspector Gadget y Obama ‘El Gris’, presenciando la resurrección del
Señor Oscuro. Con una sonrisa maligna, Merkel había cogido el anillo y se lo
había puesto en uno de sus sebosos dedos ―¡SEÑOR OSCURO, YO TE INVOCO!
La
mierda líquida que rodeaba el pedestal del anillo empezó a moverse como un
torbellino, creciendo hacia arriba, abriendo el techo del museo, casi como un
tornado de mierda. Nuestros tres protagonistas lo miraban perplejos mientras
Mario se pelaba unas judías verdes para la cena.
De la
cabeza del tornado de mierda asomó un ojo enorme, que los contemplaba a todos
con rabia en la mirada, mientras iba despertando.
― ¡Es
su ojo! ―Exclamó Mario Bolsón.
De las
entrañas del tornado de mierda que mantenía al Ojo del Hereje, se fue formando
un cuerpo de tamaño humano. Se colocó su bigote debajo de la nariz y dio un
paso al frente con el brazo en alto. El mago oscuro más poderoso de la historia
había resucitado. La imponente figura del Señor Oscuro Hitler se encontraba
ante ellos.
― ¡Mi
señor! ―La Emperatriz Merkel se arrodilló ante él.
― ¡Silencio!
―Respondió el Señor Oscuro Hitler con una voz profunda ― ¿Quién osa despertarme
de mi letargo?
― He
sido yo, mi señor, he reclamado su presencia para… ―Antes de que terminara la
frase la Emperatriz, el Señor Oscuro la rebanó el cuello con una espada que
tenía a mano. Todos tenemos una espada a mano.
―¡A
tomar por culo ya! ¡A despertar a su puta madre! ―Exclamó. Segundos después, se
tocó la barbilla, dubitativo ―Bueno, pues ya que estoy aquí, voy a volver a
conquistar el mundo… ―Comenzó a hablar
dirigiéndose a los restos de dinosaurios del Museo de Historia Natural
―Vosotros, los dinosaurios que fuisteis destruidos por el mundo… ¡Ahora lo
destruiréis vosotros! ―Y seguidamente, fueron cobrando vida todas las especies
del lugar, para salir a la calle, y reventar todo lo que encontraban. El
Tyrannosaurus Rex aprovechó para descargar toda su furia por las manitas que
Dios le había dado, que no le llegaban ni para tomar el té. Todos sabemos que a
los T-Rex les encanta tomar el té.
A todo
esto, nuestros protagonistas habían huido despavoridos como tres locazas.
Entraron en el templo de Buda para esconderse. El Inspector Gadget comenzó a
sellar las puertas.
―!¿Qué
vamos a hacer ahora?! ¡¡ESTAMOS PERDIDOS!! ―Aldo perdía la cabeza por momentos.
―¡¿Y
Obama no va a hacer nada?! ―Se quejaba Leia.
―Obama
ha ido en busca de ayuda… Aunque ya no queda nadie… ―El Inspector Gadget
intentaba tranquilizarlos ―En el pasado, vencieron a Hitler con la unión del
resto de países, pero la guarra de Merkel se ha encargado de que no quede nadie
para hacerle frente, se lo tiene
merecido… ¡Adelante, gadgeto-vida! ―Fue su frase mientras apuntaba con el dedo
a la enorme estatua de Buda del gran templo. Instantáneamente, ésta habló.
―Joder,
que manía tiene todo el mundo últimamente de despertar a quien duerme… A ver,
¿a quién tengo que matar? ―Un hombre gordo a más no poder se removió en su asiento.
Un hombre con gravedad propia. Un hombre capaz de tirarse al mar y provocar un
tsunami. Un hombre que era tan gordo, que tenía su propia órbita. Un hombre tan
gordo, que para ducharse enjabona las paredes de la ducha, y se limita a dar
vueltas dentro.
―¡A
Hitler! ―Le pidió Leia.
―Sí, y
un huevo también. Buenas noches. Y este pedo va para vosotros. ―Fue lo que dijo
antes de volver a dormirse. De repente, sonaron estruendosos golpes en la
puerta del templo. Jamás podrían escapar a la visión del Ojo del Hereje. Ya les
habían encontrado. El fin se acercaba.