CAPITULO 8
Después de haber quemado a la
abuela Sauce, nuestros protagonistas decidieron acampar para pasar la noche por
la zona. Era demasiado peligroso volver a Europa. Pusieron la radio. Primera
noticia del día. El ejército cubano, liderado por Fidelius Castro había atacado
a Alemania, comenzando así una guerra mundial. La España de Aguirre respondería
en defensa de Alemania. La España del Felipus González respondería contra la de
Aguirre. EEUU tendría que responder por España, y comenzaría una guerra de los
amigos de unos contra los amigos de los otros.
Mientras se comía los restos de
una ardilla muerta, Mario Bolsón se planteaba por qué no le habían encomendado
a él la labor de destruir el anillo, ya que, según él, era su destino. Sus
amigos se reían de él.
―Tenemos que volver a España y
luchar ―Dijo Aldo.
―¿Estás loco? ―Dijo Mario ―
¿Quieres morir?
En ese instante, un frío absoluto
les llenó por dentro. Era como si sus recuerdos más felices se hundieran en la
mierda. Los dementores de Bankia les buscaban.
―Aldo, ¿Tienes un billete? ―Dijo
Leia.
―Sí, ¿para qué?
―Se me ha ocurrido una cosa…
―Sacó una caña de pescar de su bolso robado a una niñera, enganchó el billete
en el cebo y gritó ―¡Agarraos a mí! ―En cuanto un dementor de Bankia pasó cerca
de ellos, se lanzaron encima de él. Leia sujetaba la caña con el billete, que
estaba colocado justo delante del dementor. Habían conseguido domar a un
dementor. Iría siempre hacia el billete. Ya tenían transporte de vuelta a
Europa.
―¿¿Europa?? ―Se quejó Mario ―¿No
habíamos dicho que era peligroso? ―Leia le soltó una colleja.
―Y aquí también. Pero si vamos a
Europa, por lo menos hacemos algo, y así no nos aburrimos.
―Ah, va.
Aldo se quedó mirando desde
arriba a un hombre que trataba de robar un coche.
―¡Eh! ¡Tú! ―Le gritó ―¡Sí, tú, el
del diente de oro! ―El hombre se quedó mirándole ―¡ROBA ESTO! ―Seguidamente,
Aldo empezó a orinar al hombre desde las alturas.