CAPITULO 5
―Obama. Señores. Sé que no nos
llevamos muy bien ―Fidelius Castro paró un momento de hablar para rascarse el
culo― Tenemos distintos ideales. Pero hemos de unirnos contra Merkel y el
ejército que está organizando. ¡La unión es la solución!
―Sabes que no me gustan tus
métodos ―Dijo Obama ‘El Gris’.
―Si hay una guerra, mi país
quiere luchar.
―No atacaremos todavía ―Dijo
Patricia McCondegall ―Ellos no atacarán hasta que no tengan el anillo. Nuestra
única misión ahora es proteger el anillo.
―¡Por eso hay que atacar! ¡Hemos
de atacar ahora mismo para aprovecharnos de su debilidad! ―Continuó Fidelius.
―¡NO! ―Saltó Obama ― Patricia
tiene razón. Mandaremos todas nuestras tropas a la Estatua de la Libertad,
donde está escondido el anillo, para que lo protejan.
―¡Usemos su poder! Con el anillo
seremos invencibles… ―Dijo el señor Castro.
―El anillo sólo es fiel a su
señor. ―Dijo Felipus González.
―Señores ―Obama levantó las manos
en señal de paz ― He traído a un experto que nos aconsejará. Es el hombre más
inteligente del mundo. Le hemos rescatado de las zarpas de Merkel. No obstante,
le han hecho algo en la cabeza. ―Señaló la puerta ―Que pase el testigo.
El
testigo era un hombre joven, con cara de tener pájaros en la cabeza. Llevaba
una cuerdecita en la mano, atada a un globo que apenas volaba. Aldo levantó las
cejas al verle. ¿Ese era el hombre más inteligente del mundo? “Estamos
apañados” pensó con sarcasmo.
Obama ‘El Gris’ se sacó un
cacahuete del bolsillo y se lo lanzó al invitado. Este lo cogió corriendo y se
lo empezó a comer como si no hubiera mañana.
―Es
encantador ―Dijo Obama con una sonrisa. Aldo estaba impaciente. ¿Es que nadie
iba a explicar nada? ¿Quién era ese hombre? ¿Y quién había sido el lucido que
había dicho que aquel era el hombre más inteligente del planeta? El invitado se
quedó con hambre, y empezó a comerse sus propios mocos. Patricia McCondegall se
aguantó una arcada. Flo soltó una sonora carcajada. Fidelius Castro levantó una
ceja.
―Os presento al hombre más
inteligente del mundo. ―Comenzó Obama ―Se llama Roberto, pero nosotros le
llamamos Burbuja para reírnos de él.