El Cuento del Fin del Mundo: CAPÍTULO 3



Florentinus Hagrid era un semigigante barrigudo con mucha papada, una voz grave, y unas gafas de pasta negras que le otorgaban un toque muy personal. Era muy amigo de Aldo desde que sus padres se olvidaran de él cuando nació, en el hospital donde trabajaba Floren. Hacía ya muchos años desde que Flo había llevado a Aldo de vuelta a su casa en su triciclo mágico.
―No sé si cabremos todos en el triciclo ―Dijo Mario.
―¡Claro que sí! Jojojo! ―Dijo Flo con una carcajada “papanoelesca”.
Subieron al triciclo mágico y comenzaron el camino hacia EEUU.
Cuando iban sobrevolando las Azores, un frío intenso les inundó a todos. A lo lejos, distinguieron que alguien les seguía. Cada se acercaba más, y más frío sentían nuestros queridos amigos. Cuando le tuvieron cerca, vieron que… ¡Era un dementor de Bankia! Los dementores de Bankia eran antiguos banqueros corrompidos por el dinero, sin alma, que se alimentaban de la felicidad de la gente. Su ataque más peligroso era dirigido hacia los bolsillos de la gente. Aldo notó como si alguien tirara hacia fuera de su bolsillo. El dementor absorbió todo lo que llevaba, y seguía absorbiendo, en busca del alma de Aldo, hasta dejarle sin nada. Esa era la única función de los dementores de Bankia, absorberte incluso el alma, hasta dejarte sin nada.
Aldo no se lo pensó dos veces, y echó un gapo en la cara al dementor.
―¡No te meto una hostia porque no llego! ―El dementor se achantó y se fue.
―Al parecer ya te están buscando, Aldo ―Dijo Flo ―Será mejor que aceleremos, seguro que ha ido en busca de refuerzos. Mientras tanto, podríais practicar vuestros patronus, para repeler a los dementores de Bankia. Cuando sean muchos más, escupirles no servirá de nada, pequeño Aldo.
Aldo se negó a practicar su patronus, ya que conocía su forma, y no quería que los demás lo viesen. El patronus de Leia tenía forma de unicornio. Era uno de los patronus más espectaculares que Aldo había visto en toda su vida. El de Mario Bolsón tenía forma, literalmente, de zurullo. Cuando todos vieron la, nunca mejor dicho, mierda de Mario, se echaron a reír.
A lo lejos pudieron distinguir que se acercaban otros cinco dementores de Bankia. Los tres chicos prepararon sus varitas. Cada uno pensó en un momento muy feliz. Leia pensó en todos los momentos que le había dicho “¡te lo dije!” a Aldo. Mario Bolsón pensó en todas las veces que consiguió meter un USB a la primera. Aldo se imaginó a Belen Esteban cayendo desde un precipicio.
―¡¡EXPECTO PATRONUM!! ―Seguidamente, un unicornio, un zurullo y… Un momento, ¿qué era lo otro? ¡Era una polla! ¡El de Aldo era un patronus polla!